En febrero de 2006, monté inKNOWation.

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Primero vendí formación a empresas grandes. Les ayudaba a pensar de forma creativa y a cómo cargarse el paradigma que las limitaba.

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Bastantes eran del IBEX 35, y parecían el target correcto.

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Pero en seguida me cansé de escuchar, "¿mi jefe ha hecho este curso?”. 

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De eso, y de ver que la formación no se traducía en resultados tangibles. 

 

Empecé a vender consultoría de innovación a empresas multinacionales.

 

Las conocía bien porque había estado 15 años en su mismo fregao.

 

Con reportes interminables y procedimientos que se cambiaban de la noche a la mañana, cada vez que algún iluminado metía la pata en alguna de las filiales.

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Por si acsao seguí insistiendo con algunas corporaciones españolas, como Repsol. 

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Pero me cansé de ver que hacíamos proyectos brutalmente disruptivos, que los directivos no se atrevían a implementar. 

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Entonces entendí que el problema (y la oportunidad) estaba en su cultura empresarial y en los equipos de dirección que son los que las mantienen.

 

Y los que la pueden cambiar. 

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Como quería resultados tangibles, y ganarme la vida cuestionando la lógica e innovando, empecé a hacer proyectos de transformación cultural.

 

Los que sirven para crear entornos donde la confianza y la innovación sustituyeran al miedo y al control. 

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Y funcionó.

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A veces. 

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Descubrí que cuando ocurría, era porque el o la líder se atrevía a crecer. A transformarse.

 

Como había hecho yo mismo desde 1997, y sobre todo durante los años en los que multiplicamos x3 la facturación de la empresa.

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A nivel personal no he parado de formarme, y de recibir hostias de la vida cuando me volvía demasiado disruptivo.

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Con cada feedback, crecí. Y sigo haciéndolo.

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Eso me enseñó a centrarme sólo en los líderes pioneros.

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Esos que de verdad quieren asumir responsabilidad por cómo gobiernan sus vidas, por los resultados de su equipo y por los de su empresa, en lugar de seguir echándoles la culpa a los demás. 

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Líderes a los que no les asusta la “honestidad brutal” ni el feedback sincero.

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Pioneros que no quieren ir en "pelotas emocionales" como el emperador del cuento de Hans Christian Andersen.

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Lo que el líder descubre, cuando empieza a transformarse y a entender su verdadero potencial, es que estaba siendo el TAPÓN (con mayúsculas). 

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El TAPÓN de la lámpara que encierra al genio.

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Al suyo propio.

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Y, como consecuencia, al de su equipo.

 

Lo sé porque me pasó a mí.

 

Fue un flipe descubrirlo.

 

Eso fue lo que nos permitió triplicar la empresa en poco más de 3 años. 

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Entender que mi rol era crear la visión. Y quitarme del medio. 

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No del todo. Pero casi.

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Como imaginarás, la mayoría de las empresas, están aún sin “descorchar”. 

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Emocionalmente, vírgenes.

 

Y aquí viene una de esas preguntas incómodas que te ayudan a crecer:

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¿Ya te has reconocido como el TAPÓN de tu propio genio? ¿O aún piensas que no eres tú, que son los otros?

Te lo pregunto, porque ahora solo trabajo presencialmente con unos poquitos líderes que:

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• ya se han auto-diagnosticado como TAPONES

• quieren dejar de serlo, y transformarse o seguir transformándose

• y quieren seguir refinando su talento, delegar aquellas tareas en las que no brillan y, lo más importante,

• multiplicar su capacidad y sus resultados X10. 

 

Con algunos, trabajo en mi Mastermind "Líderes Exponenciales", en el que trabajamos para que cada uno mulitplique sus resultados X10.

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Con otros aún mantengo el formato 1:1, "Líder de Líderes".

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Por todo esto solo trabajo con 5 empresas al año.

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Con las que quieren crear una Cultura y una Estrategia EXPONENCIAL para crear RESULTADOS EXPONENCIALES.

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Quienes encajan con el perfil, y quieren trabajar conmigo, a veces se convierten en clientes.

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Otras veces no hay hueco disponible, y les ofrezco entrar en la lista de espera.

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Mientras tanto, les doy la oportunidad de seguir creciendo, a través de mis servicios y programas online.

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